“Yo soy el Pan de la Vida; el que viene a Mi no tendrá hambre; y el que cree en mí no tendrá sed jamás”. Juan 6, 30-35
Vengo a Jesús, el Hijo Primogénito de mi Padre Dios. Sé que si me alimento con su Carne divina y humana y bebo su Sangre redentora, jamás tendré hambre y sed de lo que no le agrada. Quiero saciarme con este alimento y bebida celestiales; ellos me mantienen en Él. No quiero ni pensar en privarme de ellos.
Pienso en quienes viven sin recibirlos y me duelen su hambre y su sed cuya causa no perciben pero que los debilitan definitivamente. La preparación para recibir a Nuestro Señor en la Divina Eucaristía debo hacerla con mi Madre querida. Ella sí que le recibió con santidad y amor desbordados; quiero huir de la languidez y rutina espirituales. Por eso clamo al Divino Espíritu y a mi Madre querida que me liberen de ellos.
Espíritu Santo, Madre amantísima, ayúdennos por favor. (A.E.C.)