Cuerpo y Sangre de Jesús.
Foto: Alexis Duque G.
“… el pan que yo daré es mi misma carne para la vida del mundo”. Juan 6, 52-59
Nuestro Señor nos redimió entregándose a la crueldad de los Judíos y muriendo en la cruz; y se nos sigue entregando en la Divina Eucaristía. Ella contiene su Cuerpo y Sangre adorables, los mismos que inmoló en el Calvario; así nos lo enseña nuestra fe. Los velos eucarísticos encubren esta realidad que no alcanzamos a comprender. Me repito lentamente: mi Salvador nos sigue dando, me sigue dando su Cuerpo y su Sangre Santísimos. Ellos mantienen viva mi alma; mi gratitud debe ser ilimitada. Me alimento del ser entero de mi Salvador, del que se hizo hombre en la Santísima Virgen María, nació en Belén, vivió en Nazareth y murió y resucitó en Jerusalén y ahora está muchas veces olvidado en la mayoría de los sagrarios de la tierra.
Perdón, Señor perdón. (A.E.C.)