“Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”. Mateo 5, 1-12
Siempre me ha llamado la atención esta bienaventuranza. No ofender al Señor porque es tan Bueno y nos ama tanto, ha sido para mí un motivo de cuidadoso esmero. Reconozco que he pecado, pero anhelo un corazón limpio, sobre todo humilde, y estar muy cerca de Él. Es decir, quiero tener los ojos del alma con esa mirada que vislumbra la cercanía, la Bondad, la Santidad, la Grandeza y el Amor Infinito del Señor. Repito con San Agustín: “nos hiciste Señor para Tí… y nuestro corazón estará inquieto, hasta que descanse en Ti”.
¡Amén! (A.E.C.)