Inmaculado Corazón de María.
“Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados”. Lucas 2, 41-51
Me encuentro ante un Corazón de mamá que sufre porque ama sin límites al Hijo que se gestó en sus propias entrañas virginales.
¡Hijo! En esta palabra vuelca su identidad de Madre verdadera del Dios hecho Hombre en Ella. Pero
también expresa su misión de Madre y su derecho sobre este muchachito que se está volviendo mayorcito y le ha causado tanto dolor. Sin olvidar que es Dios le deja conocer el sufrimiento que experimentó al perderlo y también el dolor de José, su padre nutricio.
Contemplo en la Santísima Virgen a una Mamá en el más estricto sentido de la palabra. Pero también veo a la Mujer de fe que habla con el Dios humanado que la eligió entre todas las demás y tomó de su ser
inmaculado su Cuerpo y su Sangre Santísima. “Hijo, por qué…?” Y en la respuesta, el Niño, casi el Jovencito, le recuerda que ante todo tiene un Dios Padre a Quien debe preferir, honrar y obedecer. Ni Ella ni José comprendieron la forma cómo se había desarrollado el acontecimiento pero María, guardó todo en el huerto cerrado de su Corazón.
Madrecita de mi alma, déjame acercarme a Tí y, en silenciosa admiración y escucha, asimilar tus sentimientos, acompañarte, imitarte y permanecer Contigo. (A.E.C.)
“Ellos no comprendieron la respuesta que les dio”. Lucas 2, 41-51
No sólo han sido días difíciles, han sido meses de prueba, de incertidumbre, de mucha carga emocional, espiritual y física. Hemos orado y clamado al cielo con toda el alma pidiendo a Dios que tenga misericordia de nosotras y aunque a título personal siento que no comprendo la respuesta que el Señor nos va dando, no me he sentido ignorada por Él. Por el contrario, creo que cada una en particular hemos experimentado la presencia del Esposo, aunque crucificado, y la compañía de Nuestra Madre Inmaculada al pie de la Cruz.
Hemos sentido la cercanía de nuestro padre San José, que en su silencio ora e intercede por cada una de nosotras.
Podemos no comprender la respuesta del Señor, pero lo que sí podemos cantar con todo el corazón es que el Señor es fiel, que su misericordia es eterna y que su amor se desborda con sobreabundancia en los momentos de Cruz.
¡Mamá! Como Tú y San José, hemos experimentado miedo y angustia, pero gracias a vuestra presencia tierna y delicada también hemos experimentado la fuerza de Dios que se manifiesta en nuestra debilidad.
Infinitas Gracias por estar, ¡porque siempre estás! Amén. Totus tuus. (V.A.S.)