“¿Por qué estáis buscando entre los muertos al que está Vivo?” Lucas 24, 1-12
Realmente esta verdad que se enuncia en tres palabras transformó mi vida entera. Recibí la gracia inmensa y feliz de saberlo a mi derecha invisible pero más real que yo misma; supe que está resucitado y presente entre nosotros. Murió y resucitó verdaderamente; está a la diestra de su Padre y nuestro Padre, pero también a mi lado pleno de amor redentor. Toda mi vida tiene que proclamar su Resurrección; no sigo a uno que nació, vivió y murió, sino a mi Salvador, que está Vivo. En la Divina Eucaristía está con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, pero también vive en todas partes por esencia, presencia y potencia como Dios; y está con el Padre y el Espíritu Santo. Saberlo a mi lado es la certeza más feliz pero también la más santa exigencia; toda mi vida tiene que proclamarla.
¡Aleluya, aleluya! ¡Madre querida, regocíjate, porque Él está Vivo! (A.E.C.)