“El Reino de los Cielos es así mismo semejante a un mercader en perlas finas. Y viniéndole a las manos una de gran valor, va y vende todo cuanto tiene y la compra.” Mateo 13, 44-46
La expresión “Reino de los Cielos”, tiene varios significados. Hoy tomo la que afirma que el Reino de los Cielos es el Mismo Nuestro Señor Jesucristo. Por eso, cuando los santos llegaron a conocerlo “internamente” o sea, a gustar el Misterio de su Persona Divina, relativizaron todo lo que no fuera Él. Despreciaron cuanto el mundo busca ansiosamente: dinero, poder, placer. San Pablo expresó, movido por el Espíritu Santo: “Todo lo tengo por basura con tal de ganar el sublime conocimiento de mi Señor Jesucristo.” (Cfr. Fil. 3, 8). Y la oración de San Ignacio, también es santamente radical. En ella lo entrega todo para quedarse con el amor y la gracia de Aquél a Quien se entregó.
Tomad Señor y recibid
toda mi libertad,
mi memoria,
mi entendimiento
y toda mi voluntad;
todo mi haber y mi poseer.
Vos me lo disteis,
a vos, Señor, lo torno.
Todo es vuestro: disponed de todo
según vuestra voluntad.
dadme en cambio, vuestro amor y gracia,
que ésto me basta. Amén. (A.E.C.)