“Lo mismo hará con vosotros mi Padre del Cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano”. Mateo 18, 21 – 19, 1
No puedo tener la actitud del fariseo que se creía santo delante de Dios. Por el contrario, tengo que decir con el publicano: “pequé Señor, Ten piedad y misericordia de mí”. Tener conciencia de pecado, es ya una gracia que me permite llegar al arrepentimiento y a la conversión. Ahora bien, si reconozco que no soy santa, que aún debo mejorar en muchos aspectos, necesito pedir perdón al Señor por todo lo que lo he ofendido o contristado. La Misericordia de mi Dios es infinita, Nuestro Señor Jesucristo dió la Vida para salvarme. Pero no basta con que confiese mis pecados. Si quiero ser perdonada, es preciso que perdone generosamente cualquier ofensa y que jamás vuelva sobre ella. En definitiva, si quiero tener una relación estrecha con mi Padre del cielo no puedo tener el mas mínimo resentimiento con nadie. De lo contrario, no podría rezar el Padre Nuestro con coherencia.
ORACIÓN
Madre, nosotros sacrificamos a tu Hijo Amado y tú nos amas a lo Jesús, ayúdanos a perdonar como Él nos enseñó. (A.E.C.)