“El primero entre ustedes será su servidor. El que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido.” Mateo 23, 1-12
Nuestro Señor, la Santísima Virgen, los santos, vivieron esta verdad. En cambio, los soberbios y grandes de la tierra terminan mal. Tengo ante mí al soberbio Napoleón Bonaparte. De vencedor en batallas, pasó a ser desterrado en la isla de Elva. Y así muchísimos “famosos” de la tierra. En cambio, el Varón de Dolores que nos describe Isaías 53, está Resucitado a la derecha del Padre y pleno de Gloria y Majestad. Y la humilde Virgencita y Esclava del Señor, es la Reina y Señora de los Ángeles y del Universo. La soberbia perdió a Luzbel y la humildad conquista a Dios Mismo. Debo vivir mi amada promesa de humildad con el gozo de saber que Ella me hunde en el Misterio de Dios y me acerca a mis hermanos con paz y gozo. Por eso, la pido como gracia inmerecida.
Jesús Manso y humilde de Corazón, haz mi corazón semejante al tuyo. Madre, intercede por nosotros. (A.E.C.)