“Debemos dar continuas gracias a Dios por ustedes, hermanos, como es justo pues su fe crece vigorosamente y sigue aumentando el amor mutuo de todos y cada uno de ustedes” 2 Tesalonicenses 1, 1-5. 11b-12
El Apóstol Pablo siente la obligación de agradecer al Señor el acrecentamiento de la fe y del amor mutuo de los cristianos de Tesalónica. Ellos sobresalen en estas virtudes en medio de los sufrimientos que padecen por el Reino de los Cielos. ¡Fe y mutuo amor! Sin ellos, nuestro cristianismo no es auténtico y corre el riesgo de un debilitamiento fatal. Nuestros hermanos mayores de las primeras comunidades cristianas, atraían a muchos al seguimiento de Jesús porque creyeron y cumplieron su mandato supremo: fueron un solo corazón y un alma sola. Acabamos de tener en nuestra Casa del Ave María, un desbordamiento de estas virtudes. Por muchas horas centenares de creyentes y enamorados de Jesús y de su Madre oramos y la honramos a Ella por su camino, con el rezo del santo Rosario, cantos y lágrimas de gozo filial.
Madre, ruega por nosotros los pecadores. (A.E.C.)