“Dilo de palabra y mi criado quedará sano.” Lucas 7, 1-10
Hoy debo aprender mucho de este centurión romano: amó a su siervo enfermo, sufrió con él, se interesó por él, se reconoció indigno ante Jesús, creyó en Él y en su Poder. Tengo personas muy cercanas enfermas del alma y del cuerpo. El siervo no intercedió por él mismo ante el Maestro, fue su amo quien suplicó al Señor su curación.
En este día rogaré a la Santísima Virgen que sea mi intercesora. Su oración ante el Hijo de sus entrañas es definitiva; sé que Nuestro Señor la escuchará. Pediré la gracia de orar con fe y humildad, de reconocerme indigna de que venga a mí pero segura de que escuchará mis peticiones.
Madre, ruega por nosotros los pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. (A.E.C.)