“Habiéndolo visto el Señor, compadecido de su desgracia…” Lucas 7, 11-17
Este eco me invita a confiar muchísimo en el Corazón amantísimo de Nuestro Señor. Jesús ve el desfile fúnebre, sabe que una viuda ha perdido a su hijo único y se conmueve. No sigue de largo, se acerca y ordena al joven que vuelva a la vida. Nadie le pidió el milagro; obró por su propia iniciativa. Puso su Poder, por así decirlo, al servicio de su Amor compasivo y Misericordioso; ese es mi Salvador.
Hoy necesito presentarle a quienes sé que van por la vida muertos espiritualmente. También son hijos de su propia Madre y su muerte espiritual, si no se convierten, los llevará a la eterna. Se trata de una desgracia que la mayoría no alcanza a dimensionar.
Corazón amantísimo de mi Salvador, acércate al féretro de tantísimos hijos de tu Madre Dolorosa para que puedan vivir en Tí. (A.E.C.)