“Quién quiera ser el primero, que se haga el último de todos y el servidor… El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí.” Marcos 9, 30-37
Jesús necesitaba enseñarnos la simplicidad sin la cual nos sentimos importantes, nos complicamos la vida y se la hacemos difícil a los demás. El niño vive alegremente el momento si no ha sido maltratado y si ha ido creciendo en circunstancias normales.
Debo anhelar y tener corazón de niña en sentido evangélico para permitirle a Jesús que me acerque a Él. ¿Qué cosa mejor puedo desear? Debo estar en medio de mis hermanos y hermanas como quien todo lo ha recibido, ningún mérito propio tiene, de nada hace alarde; el niño se deja querer. Si es sano síquicamente responde al cariño que le dan, lo agradece y es tierno.
El pequeño que no está deformado interiormente por el entorno, disfruta y vive el presente confiadamente. También juega y ríe porque no tiene mayores responsabilidades. Jesús quiere descomplicarnos la vida de peligrosas ambiciones y envidias, de ansias de poder y supuestos méritos y grandezas personales. “Sino os hacéis como niños…” y yo agrego: sino lo somos en el mejor sentido de la palabra, no podremos gozar de Dios.
Danos Señor un corazón de niño. (A.E.C.)