“Entonces cogieron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo.” Juan 8, 51-59
No había llegado la hora de la Inmolación de Nuestro Señor. Acababa de presentarse como preexistente a Abrahán y esa verdad, que encerraba la de su origen divino y por lo tanto eterno, enardeció a sus enemigos y acrecentó su odio mortal.
Quiero reparar y hacer muchos actos de amor y de fe en Jesús, Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Creo y confieso que es Dios como el Padre y el Espíritu Santo. Hago mías todas las verdades de mi fe cristiana católica e imploro la gracia de confesarla rendida y alegre mente.
Madre, pide para todos nosotros la gracia de ser testigos de cuanto profesamos y amamos. (A.E.C.)