“… no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos. El Señor Dios me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.” Marcos 14, 1-15; 47
En esta frase: “el Señor Dios me ayuda,” está encerrada la vida de los santos. Supieron sufrir sobre todo moralmente y no desconfiaron del Señor. Llegaron a amar el sufrimiento por amor a Jesús con Quien anhelaron identificarse porque le dieron íntegramente su corazón. Pero no puedo hablar en pasado; cada día, yo misma debo tomar mi cruz y seguir a mi Maestro. Él no ahorró ni esquivó ningún sufrimiento por salvarnos. Fue tratado como el mayor de los criminales: le dijeron que estaba endemoniado, que blasfemaba, que estaba loco, le condenaron a la muerte más ignominiosa, le hicieron padecer los peores sufrimientos y ultrajes y siempre confió en su Padre.
Madre, ayúdanos a confiar siempre en nuestro Dios ya que Él nos ayuda en todo momento. (A.E.C.)