“Señor, no soy digno de que entres en mi casa; pero mándalo con tu Palabra y quedará curado mi criado.” Mateo 8, 5-11
En este centurión romano encuentro al buen jefe interesado en el bienestar de su subalterno y al hombre de fe ante la Persona de Nuestro Señor Jesucristo. También al hombre que se reconoce poca cosa ante este Maestro y Taumaturgo divino y confía en Él. En definitiva, me enseña la oración humilde y confiada arraigada en una fe íntegra, fuerte y decidida. Es el momento de preguntarme: cuando pido algo al Señor, ¿creo firmemente que seré escuchada? ¿Y lo hago reconociendo lo que soy, es decir mi falta de méritos personales y mi poca virtud? Este militar romano se nos presenta como verdadero maestro de oración de intercesión.
Madre, alcánzanos estas actitudes para el momento de orar. (A.E.C.)