“Y todos verán la salvación de Dios.” Lucas 3, 1-6
La única salvación que se nos ofrece a todos es la Salvación de Nuestro Señor Jesucristo. De nuestro libre albedrío depende el querer o no, acceder a ella, por medio de una sincera conversión. La única que no necesitó conversión fue mi Madre Inmaculada.
Yo, por mi parte, debo estar en actitud permanente de volverme hacia mi Dios con sinceridad y total lealtad. Él no me negará su gracia si la imploro humildemente.
Pero para lo anterior, tengo que buscar una “recta soledad” y un sano aislamiento de todo lo que me impida el encuentro sincero con Aquél que me llamó y a Quien entregué toda mi vida. Tengo que saber que el silencio sobre todo en esta época de adviento.
Madrecita, ruega por todos nosotros. (A.E.C.)