“… Pues si yo, el Maestro y el Señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros; les he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con ustedes, ustedes también lo hagan.” Juan 13, 1-5
¡Todo un Dios a nuestros pies! ¡La Palabra eterna del Padre en actitud y oficio de esclavo! Y como si su abajamiento fuera poco, se oculta todo entero en las especies frágiles de un poco de pan y un poco de vino. Lo impulsó el Amor, amor infinito que se vuelve humillación, alimento y compañía permanente. Solo me queda adorar, amar, aprender, agradecer e imitar. En este Jueves Santo cargado de ternura infinita, de humildad sin límites, de entrega absoluta, de traición y dolor, me acerco a su Corazón Divino y Humano para adorar, callar, no dejar de sorprenderme, acercarme al corazón de mi Madre Amantísima y entonar con Ella, su Magníficat inmortal de admiración y gratitud.
¡Proclama mi alma, tu Grandeza Señor! (A.E.C.)