“Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron”. Juan 1, 1-18
Es verdad, la gran mayoría no recibe al Unigénito del Padre, al Dios hecho hombre, a la Luz Verdadera, a la Palabra Eterna, al único que puede salvarnos. Por eso quienes lo rechazan, viven en la desesperanza, en la oscuridad, en el error, en fin van hacia la perdición temporal y eterna.
Nosotros en cambio, debemos darle una acogida entusiasta y fervorosa a Nuestro Señor Jesucristo que se nos entregó y tomó nuestra Naturaleza humana en la siempre Virgen María para nacer en el Portal de Belén. Él sigue dándose a nosotros en la Divina Eucaristía, en las gracias actuales, en infinidad de detalles de amor. Lo encontramos en su Palabra y a cada instante.
Madrecita del alma, enséñanos y ayúdanos a recibir a Tu Hijo y nuestro Hermano, Salvador y Esposo. Haznos como Tú, sagrario viviente, inmaculado, santo. ¡Amén! (A.E.C.)