“… vió y creyó.” Juan 20, 1-9
Juan creyó porque vió la tumba vacía. Había presenciado la Muerte atroz del Maestro, había recibido en su casa a su Madre Santísima, se había sentido amado de manera especial por su Maestro y ahora ve la tumba vacía. No cree que han robado el Cuerpo de Jesús. Ahora entiende todo, lo sabe Vivo. También yo debo ser consecuente en mis pensamientos, palabras y acciones. Tengo que partir del hecho de la Resurrección gloriosa de Nuestro Señor Jesucristo. ¡Está Vivo! ¡Y está en medio de nosotros! No lo ven mis ojos, ni lo escuchan mis oídos, ni le palpan mis manos. ¡Pero… está Vivo! Lo sabe mi inteligencia, me lo grita mi fe, lo constato a cada instante en la historia personal, de la Iglesia y del mundo.
¡Está Vivo, está Vivo!… no estamos destinados a morir para siempre. ÉL es la primicia de nuestra propia resurrección y vida eterna y feliz en la Casa del Padre. ¡El Vive!… ¡Honor y gloria a su Nombre santísimo!…
ORACIÓN
¡Madre, felicitaciones! ¡Tu Jesús Vive por siempre jamás! (A.E.C.)