Jesús de Nazareth / Imagen tomada de Internet – La Pasión de Cristo
“… echando en torno una mirada de ira y dolido por la dureza de su corazón, dice al hombre: ‘Extiende la mano’. La extendió y su mano quedó restablecida”. Marcos 3, 1-6
Debo presentar mis parálisis interiores ante Nuestro Señor. Él tiene todo el poder para liberarme de ellas. Por eso pido la gracia de reconocerlas y le suplico que me libere de todo lo que me impida ir ágilmente en pos de Él. No quiero merecer la mirada enojada de Jesús. Por el contrario, creo en Él, sé que el Padre le ha dado todo Poder en el cielo y en la tierra y que es nuestro Soberano y Dueño absoluto. Vengo a Él con todos los que han perdido la capacidad, no de mover su mano, sino su alma y corazón hacia el cielo y le suplico que los sane. Yo tampoco tengo toda la agilidad espiritual necesaria para vivir solamente en tensión amorosa hacia el cielo.
Madre, preséntanos a Él. (A.E.C.)