“De pronto, les salió al encuentro y les dijo: `Alégrense.´ Ellas se acercaron, le abrazaron los pies y se postraron ante Él.” Mateo 28, 8-15
Al Señor le gusta llegar de repente. Así lo hizo con estas mujeres, con sus apóstoles y también con nosotros. Cuando menos lo pensamos nos damos cuenta de que allí está. Lo percibe nuestra alma y nos comunica esa plenitud que solamente puede dar Él. ¡Está Vivo! Tengo que depositar ante Él toda mi vida con sus sombras y claridades. ¡El Vive! Está ante mí, a mi lado, en mí. Sí, ¡está Vivo! No vino, predicó su Evangelio, hizo obras de poder, padeció, murió y ya. No, pasó de la muerte a la vida, subió a la diestra del Padre pero se quedó con nosotros se nos entrega en cada Eucaristía. Nos sigue diciendo: ¡alégrense! Él ya nos redimió, pero no siempre aprovechamos su liberación. No podemos seguir viviendo como esclavos del pecado y de nosotros mismos. Demos testimonio de su Resurrección con nuestra vida de verdadero compromiso e imitación de Nuestro Salvador.
¡Madre, me uno a tu gozo radiante! ¡Proclama mi alma tu grandeza Señor! (A.E.C.)