“Sed pues misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso… Porque con la misma medida con que midiereis a los demás se os medirá a vosotros.” Lucas 6, 36-38
Esta orden de Nuestro Señor Jesucristo supera todo parámetro humano. Por tanto, la medida es la sin medida; ésto no supone que no diferencie el bien del mal. El perdón misericordioso requiere: reconocimiento del mal hecho, deseo de enmienda y la misma enmienda. Lo contrario, sería un relativismo y tolerancia culpables. La misericordia tampoco puedo confundirla con la injusticia. En fin, si perdono el mal hecho en contra de la víctima e ignoro a ésta, caería en injusticia culposa. En todo caso, lo anterior me lleva a pensar bien, hablar bien, obrar bien y a perdonar de corazón al arrepentido. Además del perdón generoso, la Misericordia es ayudar al necesitado tanto en el orden espiritual como en el material.
Dios mío, yo no puedo, tu sí puedes; me abandono en Ti. (A.E.C.)