“Y Jesús le dijo: pues tampoco yo te condenaré”. Juan 8, 1-11
Jesús y la adúltera / Imagen tomada de Internet
Nuestro Señor, dirigiéndose a los acusadores, invitó al que estuviese sin pecado a arrojar la primera piedra. Pero todos se alejaron empezando por los más ancianos. Cuando quedó solo con ella, Él que era infinitamente Santo, le afirmó que tampoco Él iba a condenarla. Su Misericordia infinita se volcó sobre la acusada. Aquí tengo que preguntarme: ¿cómo es mi misericordia? Por último, Jesús ordena a la adúltera no volver a pecar. Debo rechazar el pecado pero no a quien lo comete. Nuestro Dios no desiste de nosotros si nos arrepentimos y enmendamos nuestra conducta. Debo sumergirme en su Corazón para saberme perdonada y para aprender de Él a ser recta pero también indulgente. Repito una y mil veces: es preciso que rechace el pecado pero no al pecador.
Madre, ayúdame a imitar a mi Salvador. (A.E.C.)