“Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado”. Juan 6, 44-51
Aquí estoy con Jesús el Hijo de Dios Padre. Tomó su Naturaleza humana en mi Madre querida la siempre Virgen María. No tuvo padre de la tierra; el Espíritu divino fue Quien lo engendró en Ella. Y ese Mismo Jesús nacido en Belén de Judá, muerto en una Cruz y Resucitado en Jerusalén, está ante mí. Lo ve mi fe pero está oculto a mis sentidos. Mis ojos solo ven un poco de pan ázimo en forma redonda y muy delgada. Es muy frágil, ha sido consagrado por el Sacerdote. Está inerme pero contiene al Hijo del Altísimo, al Omnipotente, a la Sabiduría Eterna, a mi Salvador, mi Esposo y mi Amor. He venido ante Él y estoy con Él desde siempre porque así lo quiso el Padre, nuestro Padre amado. No quiero perder la novedad de mi fe. Quiero vivirla en actitud de profundo agradecimiento, felicidad y sorpresa perenne.
Gracias Padre amado por haberme traído hasta tu Muy Amado. Gracias Madre por dárnoslo. (A.E.C.)