“Como el Padre me ha amado, así los he amado yo; permanezcan en mi amor. Si guardan mis mandamientos, permanecerán en mi amor…” Juan 15, 9-17
La noche de la Última cena, es para mí la más reveladora de la historia humana. En ella, Nuestro Señor Jesucristo fue como el Pelícano Divino que se rasgó su pecho Santísimo para alimentarnos con su propio Cuerpo y su propia Sangre ¡ y todo, por el Amor más Grande que puede existir! ¡No hay otro igual; ninguna mente humana podría imaginarlo! Allí, reunido con aquellos hombres llenos de debilidades y carencias pero elegidos, el Hombre Dios se entrega como alimento y abre su Corazón Santísimo para revelarnos los secretos de su infinito Amor humano y Divino. Fue y es como si ese dique Sagrado se hubiese abierto y desbordado sobre nosotros. Aquí, en este momento, tengo ante mí la realidad perenne de lo que estoy afirmando: de una Cruz Sagrada pende la imagen del Cuerpo de mi Dios encarnado y allí muy cerca, está el Mismo Jesús Vivo y Presente en la pequeña Hostia Consagrada.
Por favor Madre, intercede por nosotros para que guardemos sus mandamientos y podamos permanecer en su Amor. (A.E.C.)