“… En cambio, si me voy, os lo enviaré.” Juan 16, 5-11
Puedo dar testimonio de la veracidad asombrosa de estas Palabras de Nuestro Señor. Sé por experiencia personal, que Él nos envía realmente su Espíritu si tenemos las disposiciones necesarias: aceptarlo como a nuestro Salvador personal, someternos a su Señorío haciendo la Voluntad de su Padre. Además, perdonar a quienes nos han hecho sufrir y pedirle que bendiga a esas personas tanto cuanto sufrimientos nos hayan ocasionado. Y por último, pedirle con fe a Jesús, que nos bautice en su Espíritu. He visto transformaciones increíbles cuando se cumplen las condiciones anteriores. No hablo de un Bautismo Sacramental pero sí de la renovación consciente y voluntaria del mismo. Cuando ayudo a realizar estos pasos a otras personas y les impongo con sencillez las manos como leo en los hechos de los Apóstoles, palpo la acción Divina de manera asombrosa. Aseguro que si todos nosotros viviéramos la realidad que acabo de describir no seríamos tan mediocres en nuestra fe y obras. El primer efecto que he palpado a través de muchos años es que nuestro Amor a Dios y a nuestros hermanos se hacen manifiesto.
Gracias Divino Espíritu por el don de Ti mismo a nuestra Iglesia y a quienes nos abrimos a Tu acción. Madrecita, ora con nosotros tu Magníficat. (A.E.C.)