“Y en esto entró Jesús…” Juan 20, 19-23
Tengo que dejar que Jesús entre en mi alma como mi Salvador Personal, o mejor, es preciso que le permita entrar en toda mi persona. Él debe ser el Único Señor y Dueño de mi vida. En Él tengo que centrarme ya que es mi Salvador Personal y mi Señor. Mi amor hacia Él ha de ser fiel e indiviso. Y cuando lo deje “ser en mí” y yo pase a ocupar mi mínimo lugar, es decir, a no estar llena de mí sino de Él, en mi vida habrá espacio para el Santificador, Consolador y Amigo Divino e Inefable, el Santo Espíritu de Dios.
Hoy pido a Jesús con todas mis fuerzas y todo el ardor de mi corazón, que renueve en cada uno de nosotros nuestro Bautismo Sacramental y que nos bautice en la Tercera Persona de la Santa Trinidad, o sea que nos deje inmersos en Él.
Madre, quiero estar Contigo para que tu Esposo Divino pueda inundarme e inundarnos a todos. (A.E.C.)