“Tomen, esto es mi cuerpo…” Marcos 14, 12-16; 22-26
Ante este inefable Misterio de la Divina Eucaristía apenas alcanzo a callar, adorar, admirar, alabar, agradecer y a amar a Jesús mi Dios y Salvador convertido en un trocito de pan ácimo. Es Dios como el Padre y el Espíritu Santo y está muy cerquita de mí como si fuera inerme y solo materia. Pero es que estoy ante el Milagro que ninguna mente humana hubiera podido imaginar. Un santo Tomás de Aquino nos dejó su sublime Himno Eucarístico y en él alaba este Misterio de Poder, de Ternura, de Donación, de Generosidad y de Humildad infinitas. Quiero repetir estas palabras, orarlas y callar porque las mías son de suma pobreza. Tomo unos pocos versos aislados del “Pange lingua” de este santo Doctor:
“En la noche de la Última Cena,
sentado a la mesa con sus hermanos…
se da con sus propias manos
como alimento para los doce…
y aunque fallan los sentidos,
solo la fe es suficiente para fortalecer el corazón, en la verdad.”
Madre, te necesito: ayúdame a creer y a agradecer este sublime Misterio de Amor. (A.E.C.)