“A Tí levanto mis ojos, a Tí que habitas en el Cielo. Como están los ojos de los esclavos fijos en las manos de sus señores.” Salmo 123
Es hora de elevar los ojos al cielo y de clamar a nuestro Dios por un futuro cimentado en valores trascendentes de verdad, de justicia, de paz auténtica. Pero sobre todo, levanto los ojos de esta tierra donde habito para buscar al Autor de cuanto existe, al Único Bueno, Sabio, Omnipotente, Omnipresente, a Aquél de Quien todo bien procede, al Creador y Dueño del Universo, del destino de los pueblos y de la vida presente y eterna de cada hombre y mujer. Levanto mis ojos a Nuestro Único Salvador, a Aquél que es el Mismo ayer, hoy y siempre, al verdadero Dueño de la historia de todos los pueblos y en fin, a Nuestro Redentor y Hermano Mayor. También levanto mis ojos a la Madre de Jesús y Madre Nuestra. Ella no es indiferente a nuestra suerte ni a esta Patria que la proclamó por Reina.
¡Amén, amén, amén! (A.E.C.)