“… cada vez que lo hicieron con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron.” Marcos 25, 31-43
El Señor está en todo aquél que padece necesidad material o espiritual. No puedo hacer caso omiso de esta verdad. Antes de disfrutar de algo superfluo, debería preguntarme: ¿de verdad necesito esto?; ¿y si Jesús, en mi hermano precisa de ello? Reconozco que mi profesión religiosa me mantiene en una vida sencilla, descomplicada, sin ambición de ninguna clase, sin afán de lucro, sin posesión alguna. Pero puedo enredarme en lo pequeño. Tengo que mantenerme libre de mínimos apegos a pequeñeces y todo por amor a Jesús. No puedo perder de vista las condiciones en las que nació, vivió y murió. Allí aprendo lecciones clarísimas: la cueva de Belén, la casita de Nazareth, el no tener donde reclinar su cabeza, la Cruz, me gritan el valor de la pobreza. Además, si pienso que en el necesitado está Nuestro Señor Jesucristo, no puedo ser ni indiferente ni egoísta con Él en mi hermano.
Madre, quiero tomar en serio cuanto nos dijo Jesús y actuar como Él quiere que lo haga. Ayúdame por favor. (A.E.C.)