San Ignacio de Loyola, presbítero
31 julio, 2018
San Eusebio de Vercelli, obispo; San Pedro Julián Eymard, presbítero
2 agosto, 2018

San Alfonso María de Ligorio, obispo y doctor de la Iglesia

Jeremías 15, 10; 16-21

10 ¡Ay de mí, madre mía, porque me diste a luz varón discutido y debatido por todo el país! Ni les debo, ni me deben, ¡pero todos me maldicen!

16 Se presentaban tus palabras, y yo las devoraba; era tu palabra para mí un gozo y alegría de corazón, porque se me llamaba por tu Nombre Yahveh, Dios Sebaot. 17 No me senté en peña de gente alegre y me holgué: por obra tuya, solitario me senté, porque de rabia me llenaste. 18 ¿Por qué ha resultado mi penar perpetuo, y mi herida irremediable, rebelde a la medicina? ¡Ay! ¿serás tú para mí como un espejismo, aguas no verdaderas? 19 Entonces Yahveh dijo así: Si te vuelves por que yo te haga volver, estarás en mi presencia; y si sacas lo precioso de lo vil, serás como mi boca. Que ellos se vuelvan a ti, y no tú a ellos. 20 Yo te pondré para este pueblo por muralla de bronce inexpugnable. Y pelearán contigo, pero no te podrán, pues contigo estoy yo para librarte y salvarte – oráculo de Yahveh -. 21 Te salvaré de mano de los malos y te rescataré del puño de esos rabiosos.

 

Salmo 59, 2-4; 10-11; 17-18

2 ¡Líbrame de mis enemigos, oh Dios mío, de mis agresores protégeme, 3 líbrame de los agentes de mal, de los hombres sanguinarios sálvame! 4 Mira que acechan a mi alma, poderosos se conjuran contra mí; sin rebeldía ni pecado en mí, Yahveh.

10 Oh fuerza mía, hacia ti miro. Pues es Dios mi ciudadela, 11 el Dios de mi amor viene a mi encuentro. Dios me hará desafiar a los que me asechan.

17 Yo, en cambio, cantaré tu fuerza, aclamaré tu amor a la mañana; pues tú has sido para mí una ciudadela, un refugio en el día de mi angustia.

18 Oh fuerza mía, para ti salmodiaré, pues es Dios mi ciudadela, el Dios de mi amor.

 

Mateo 13, 44-46

44 «El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel.» 45 «También es semejante el Reino de los Cielos a un mercader que anda buscando perlas finas, 46 y que, al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra.