4 Se reunieron, pues, todos los ancianos de Israel y se fueron donde Samuel a Ramá, 5 y le dijeron: «Mira, tú te has hecho viejo y tus hijos no siguen tu camino. Pues bien, ponnos un rey para que nos juzgue, como todas las naciones.» 6 Disgustó a Samuel que dijeran: «Danos un rey para que nos juzgue» e invocó a Yahveh. 7 Pero Yahveh dijo a Samuel: «Haz caso a todo lo que el pueblo te dice. Porque no te han rechazado a ti, me han rechazado a mí, para que no reine sobre ellos. 10 Samuel repitió todas estas palabras de Yahveh al pueblo que le pedía un rey, 11 diciendo: «He aquí el fuero del rey que va a reinar sobre vosotros. Tomará vuestros hijos y los destinará a sus carros y a sus caballos y tendrán que correr delante de su carro. 12 Los empleará como jefes de mil y jefes de cincuenta; les hará labrar sus campos, segar su cosecha, fabricar sus armas de guerra y los arreos de sus carros. 13 Tomara vuestras hijas para perfumistas, cocineras y panaderas. 14 Tomará vuestros campos, vuestras viñas y vuestros mejores olivares y se los dará a sus servidores. 15 Tomará el diezmo de vuestros cultivos y vuestras viñas para dárselo a sus eunucos y a sus servidores. 16 Tomará vuestros criados y criadas, y vuestros mejores bueyes y asnos y les hará trabajar para él. 17 Sacará el diezmo de vuestros rebaños y vosotros mismos seréis sus esclavos. 18 Ese día os lamentaréis a causa del rey que os habéis elegido, pero entonces Yahveh no os responderá.» 19 El pueblo no quiso eschuchar a Samuel y dijo: «¡No! Tendremos un rey 20 y nosotros seremos también como los demás pueblos: nuestro rey nos juzgará, irá al frente de nosotros y combatirá nuestros combates.» 21 Oyó Samuel todas las palabras del pueblo y las repitió a los oídos de Yahveh. 22 Pero Yahveh dijo a Samuel: «Hazles caso y ponles un rey.» Samuel dijo entonces a todos los hombres de Israel: «Volved cada uno a vuestra ciudad.»
16 Dichoso el pueblo que la aclamación conoce, a la luz de tu rostro caminan, oh Yahveh; 17 en tu nombre se alegran todo el día, en tu justicia se entusiasman.
18 Pues tú eres el esplendor de su potencia, por tu favor exaltas nuestra frente; 19 sí, de Yahveh nuestro escudo; del Santo de Israel es nuestro rey.
1 Entró de nuevo en Cafarnaúm; al poco tiempo había corrido la voz de que estaba en casa. 2 Se agolparon tantos que ni siquiera ante la puerta había ya sitio, y Él les anunciaba la Palabra. 3 Y le vienen a traer a un paralítico llevado entre cuatro. 4 Al no poder presenta causa de la multitud, abrieron el techo encima de donde él estaba y, a través de la abertura que hicieron, descolgaron la camilla donde yacía el paralítico. 5 Viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados.» 6 Estaban allí sentados algunos escribas que pensaban en sus corazones: 7 «¿Por qué éste habla así? Está blasfemando. ¿Quién puede perdonar pecados, sino Dios sólo?» 8 Pero, al instante, conociendo Jesús en su espíritu lo que ellos pensaban en su interior, les dice: «¿Por qué pensáis así en vuestros corazones? 9 ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: “Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate, toma tu camilla y anda?” 10 Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados – dice al paralítico -: 11 “A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.”» 12 Se levantó y, al instante, tomando la camilla, salió a la vista de todos, de modo que quedaban todos asombrados y glorificaban a Dios, diciendo: «Jamás vimos cosa parecida.»