1 Después de esto, abrió Job la boca y maldijo su día. 2 Tomó Job la palabra y dijo: 3 ¡Perezca el día en que nací, y la noche que dijo: «Un varón ha sido concebido!» 11 ¿Por qué no morí cuando salí del seno, o no expiré al salir del vientre? 12 ¿Por qué me acogieron dos rodillas? ¿por qué hubo dos pechos para que mamara? 13 Pues ahora descansaría tranquilo, dormiría ya en paz, 14 con los reyes y los notables de la tierra, que se construyen soledades; 15 o con los príncipes que poseen oro y llenan de plata sus moradas. 16 O ni habría existido, como aborto ocultado, como los fetos que no vieron la luz. 17 Allí acaba la agitación de los malvados, allí descansan los exhaustos. 20 ¿Para qué dar la luz a un desdichado, la vida a los que tienen amargada el alma, 21 a los que ansían la muerte que no llega y excavan en su búsqueda más que por un tesoro, 22 a los que se alegran ante el túmulo y exultan cuando alcanzan la tumba, 23 a un hombre que ve cerrado su camino, y a quien Dios tiene cercado?
2 Yahveh, Dios de mi salvación, ante ti estoy clamando día y noche; 3 llegue hasta tí mi súplica, presta oído a mi clamor.
4 Porque mi alma de males está ahíta, y mi vida está al borde del seol; 5 contado entre los que bajan a la fosa, soy como un hombre acabado: 6 relegado entre los muertos, como los cadáveres que yacen en la tumba, aquellos de los que no te acuerdas más, que están arrancados de tu mano.
7 Me has echado en lo profundo de la fosa, en las tinieblas, en los abismos; 8 sobre mí pesa tu furor, con todas tus olas me hundes.
51 Sucedió que como se iban cumpliendo los días de su asunción, Él se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén, 52 y envió mensajeros delante de sí, que fueron y entraron en un pueblo de samaritanos para prepararle posada; 53 pero no le recibieron porque tenía intención de ir a Jerusalén. 54 Al verlo sus discípulos Santiago y Juan, dijeron: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?» 55 Pero volviéndose, les reprendió; 56 y se fueron a otro pueblo.