1 En mi lecho, por las noches, he buscado al amor de mi alma. Búsquele y no le hallé. 2 Me levantaré, pues, y recorreré la ciudad. Por las calles y las plazas buscaré al amor de mi alma. Busquéle y no le hallé. 3 Los centinelas me encontraron, los que hacen la ronda en la ciudad: «¿Habéis visto al amor de mi alma?» 4 Apenas habíalos pasado, cuando encontré al amor de mi alma. Le aprehendí y no le soltaré hasta que le haya introducido en la casa de mi madre, en la alcoba de la que me concibió.
14 Porque el amor de Cristo nos apremia al pensar que, si uno murió por todos, todos por tanto murieron. 15 Y murió por todos, para que ya no vivan para sí los que viven, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. 16 Así que, en adelante, ya no conocemos a nadie según la carne. Y si conocimos a Cristo según la carne, ya no le conocemos así. 17 Por tanto, el que está en Cristo, es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo.
2 Dios, tú mi Dios, yo te busco, sed de ti tiene mi alma, en pos de ti languidece mi carne, cual tierra seca, agotada, sin agua.
3 Como cuando en el santuario te veía, al contemplar tu poder y tu gloria, 4 – pues tu amor es mejor que la vida, mis labios te glorificaban.
5 Así quiero en mi vida bendecirte, levantar mis manos en tu nombre; 6 como de grasa y médula se empapará mi alma, y alabará mi boca con labios jubilosos.
8 Porque tú eres mi socorro, y yo exulto a la sombra de tus alas; 9 mi alma se aprieta contra ti, tu diestra me sostiene.
1 El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro. 2 Echa a correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto.»
11 Estaba María junto al sepulcro fuera llorando. Y mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, 12 y ve dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. 13 Dícenle ellos: «Mujer, ¿por qué lloras?» Ella les respondió: «Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto.» 14 Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. 15 Le dice Jesús: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?» Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré.» 16 Jesús le dice: «María.» Ella se vuelve y le dice en hebreo: «Rabbuní» – que quiere decir: «Maestro» -. 17 Dícele Jesús: «No me toques, que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios.» 18 Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor y que había dicho estas palabras.