XXIV Domingo Ordinario
15 septiembre, 2019
San Roberto Belarmino, obispo y doctor de la Iglesia
17 septiembre, 2019

Santos Cornelio, Papa y Cipriano, obispo; mártires

I Timoteo 2, 1-8

1 Ante todo recomiendo que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres; 2 por los reyes y por todos los constituidos en autoridad, para que podamos vivir una vida tranquila y apacible con toda piedad y dignidad. 3 Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, 4 que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad. 5 Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también, 6 que se entregó a sí mismo como rescate por todos. Este es el testimonio dado en el tiempo oportuno, 7 y de este testimonio – digo la verdad, no miento – yo he sido constituido heraldo y apóstol, maestro de los gentiles en la fe y en la verdad. 8 Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar elevando hacia el cielo unas manos piadosas, sin ira ni discusiones.

 

Salmo 28, 2; 7-9

2 Oye la voz de mis plegarias, cuando grito hacia ti, cuando elevo mis manos, oh Yahveh, al santuario de tu santidad.

7 Yahveh mi fuerza, escudo mío, en él confió mi corazón y he recibido ayuda: mi carne de nuevo ha florecido, le doy gracias de todo corazón. 8 Yahveh, fuerza de su pueblo, fortaleza de salvación para su ungido. 9 Salva a tu pueblo, bendice a tu heredad, pastoréalos y llévalos por siempre.

 

Lucas 7, 1-10

1 Cuando hubo acabado de dirigir todas estas palabras al pueblo, entró en Cafarnaúm. 2 Se encontraba mal y a punto de morir un siervo de un centurión, muy querido de éste. 3 Habiendo oído hablar de Jesús, envió donde él unos ancianos de los judíos, para rogarle que viniera y salvara a su siervo. 4 Estos, llegando donde Jesús, le suplicaban insistentemente diciendo: «Merece que se lo concedas, 5 porque ama a nuestro pueblo, y él mismo nos ha edificado la sinagoga.» 6 Iba Jesús con ellos y, estando ya no lejos de la casa, envió el centurión a unos amigos a decirle: «Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo, 7 por eso ni siquiera me consideré digno de salir a tu encuentro. Mándalo de palabra, y quede sano mi criado. 8 Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: “Vete”, y va; y a otro: “Ven”, y viene; y a mi siervo: “Haz esto”, y lo hace.» 9 Al oír esto Jesús, quedó admirado de él, y volviéndose dijo a la muchedumbre que le seguía: «Os digo que ni en Israel he encontrado una fe tan grande.» 10 Cuando los enviados volvieron a la casa, hallaron al siervo sano.