1 5 Y este es el mensaje que hemos oído de él y que os anunciamos: Dios es Luz, en él no hay tiniebla alguna. 6 Si decimos que estamos en comunión con él, y caminamos en tinieblas, mentimos y no obramos la verdad. 7 Pero si caminamos en la luz, como él mismo está en la luz, estamos en comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos purifica de todo pecado. 8 Si decimos: «No tenemos pecado», nos engañamos y la verdad no está en nosotros. 9 Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia. 10 Si decimos: «No hemos pecado», le hacemos mentiroso y su Palabra no está en nosotros.
2 1 Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. 2 El es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.
2 Si Yahveh no hubiera estado por nosotros, cuando contra nosotros se alzaron los hombres, 3 vivos entonces nos habrían tragado en el fuego de su cólera. 4 Entonces las aguas nos habrían anegado, habría pasado sobre nosotros un torrente, 5 habrían pasado entonces sobre nuestra alma aguas voraginosas.
7 Nuestra alma como un pájaro escapó del lazo de los cazadores. El lazo se rompió y nosotros escapamos; 8 nuestro socorro en el nombre de Yahveh, que hizo el cielo y la tierra.
13 Después que ellos se retiraron, el Angel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle.» 14 El se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto; 15 y estuvo allí hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliera el oráculo del Señor por medio del profeta: De Egipto llamé a mi hijo. 16 Entonces Herodes, al ver que había sido burlado por los magos, se enfureció terriblemente y envió a matar a todos los niños de Belén y de toda su comarca, de dos años para abajo, según el tiempo que había precisado por los magos. 17 Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías: 18 Un clamor se ha oído en Ramá, mucho llanto y lamento: es Raquel que llora a sus hijos, y no quiere consolarse, porque ya no existen.