19 Teniendo, pues, hermanos, plena seguridad para entrar en el santuario en virtud de la sangre de Jesús, 20 por este camino nuevo y vivo, inaugurado por él para nosotros, a través del velo, es decir, de su propia carne, 21 y con un Sumo Sacerdote al frente de la casa de Dios, 22 acerquémonos con sincero corazón , en plenitud de fe, purificados los corazones de conciencia mala y lavados los cuerpos con agua pura. 23 Mantengamos firme la confesión de la esperanza, pues fiel es el autor de la Promesa. 24 Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras, 25 sin abandonar vuestra propia asamblea, como algunos acostumbran hacerlo, antes bien, animándoos: tanto más, cuanto que veis que se acerca ya el día.
1 Salmo. De David. De Yahveh es la tierra y cuanto hay en ella, el orbe y los que en él habitan; 2 que él lo fundó sobre los mares, él lo asentó sobre los ríos.
3 ¿Quién subirá al monte de Yahveh?, ¿quién podrá estar en su recinto santo? 4 El de manos limpias y puro corazón, el que a la vanidad no lleva su alma, ni con engaño jura.
5 El logrará la bendición de Yahveh, la justicia del Dios de su salvación. 6 Tal es la raza de los que le buscan, los que van tras tu rostro, oh Dios de Jacob.
21 Les decía también: «¿Acaso se trae la lámpara para ponerla debajo del celemín o debajo del lecho? ¿No es para ponerla sobre el candelero? 22 Pues nada hay oculto si no es para que sea manifestado; nada ha sucedido en secreto, sino para que venga a ser descubierto. 23 Quien tenga oídos para oír, que oiga». 24 Les decía también: «Atended a lo que escucháis. Con la medida con que midáis, se os medirá y aun con creces. 25 Porque al que tiene se le dará, y al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará».
1 Pablo, apóstol de Cristo Jesús por voluntad de Dios para anunciar la Promesa de vida que está en Cristo Jesús, 2 a Timoteo, hijo querido. Gracia, misericordia y paz de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús Señor nuestro. 3 Doy gracias a Dios, a quien, como mis antepasados, rindo culto con una conciencia pura, cuando continuamente, noche y día, me acuerdo de ti en mis oraciones. 4 Tengo vivos deseos de verte, al acordarme de tus lágrimas, para llenarme de alegría. 5 Pues evoco el recuerdo de la fe sincera que tú tienes, fe que arraigó primero en tu abuela Loida y en tu madre Eunice, y sé que también ha arraigado en ti. 6 Por esto te recomiendo que reavives el carisma de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. 7 Porque no nos dio el Señor a nosotros un espíritu de timidez, sino de fortaleza, de caridad y de templanza. 8 No te avergüences, pues, ni del testimonio que has de dar de nuestro Señor, ni de mí, su prisionero; sino, al contrario, soporta conmigo los sufrimientos por el Evangelio, ayudado por la fuerza de Dios.
1 Pablo, siervo de Dios, apóstol de Jesucristo para llevar a los escogidos de Dios a la fe y al pleno conocimiento de la verdad que es conforme a la piedad, 2 con la esperanza de vida eterna, prometida desde toda la eternidad por Dios que no miente, 3 y que en el tiempo oportuno ha manifestado su Palabra por la predicación a mí encomendada según el mandato de Dios nuestro Salvador, 4 a Tito, verdadero hijo según la fe común. Gracia y paz de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús, nuestro Salvador. 5 El motivo de haberte dejado en Creta, fue para que acabaras de organizar lo que faltaba y establecieras presbíteros en cada ciudad, como yo te ordené.
1 ¡Cantad a Yahveh un canto nuevo, cantad a Yahveh, toda la tierra, 2 cantad a Yahveh, su nombre bendecid! Anunciad su salvación día tras día, 3 contad su gloria a las naciones, a todos los pueblos sus maravillas.
7 Rendid a Yahveh, familias de los pueblos, rendid a Yahveh gloria y poder, 8 rendid a Yahveh la gloria de su nombre. Traed ofrendas y en sus atrios entrad.
10 Decid entre las gentes: «¡Yahveh es rey!» El orbe está seguro, no vacila; él gobierna a los pueblos rectamente.
1 Después de esto, designó el Señor a otros 72, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir. 2 Y les dijo: «La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies. 3 Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos. 4 No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino. 5 En la casa en que entréis, decid primero: “Paz a esta casa”. 6 Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros. 7 Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa. 8 En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan; 9curad los enfermos que haya en ella, y decidles: “El Reino de Dios está cerca de vosotros”.