El Ave María lleva por nombre la finca en la que por gracia de Dios tuve el regalo de celebrar mis 40 años… Les escribo para agradecerles por tanto amor que hace rato no recibía de personas ajenas a mi familia.
Queridas hermanitas, un Dios les pague en el Cielo. Gracias por consentirme y por detenerse, por ir más allá con las almas. Gracias por cada sonrisa, gracias por mostrarnos la sencillez y profundidad de Dios. Gracias por decirme que su Casa es la Casa de la Virgen María y que esa es la Casa nuestra también. Gracias por su silencio, por su diligencia, por su música, por sus abrazos al corazón, gracias por unirme al retiro que no había apartado para mí, pero que el Señor sí. Gracias por la comida tan deliciosa y llena de tanto amor.Gracias por ser un ejemplo de lo que es servir al Señor. A la Hermana Blanca por su generosidad enseñándome a orar, a fijar mi mirada en Jesús, por enseñarme lo que quizás ya sabía pero no le había dado la importancia que merecía: que ante el nombre de Jesús toda rodilla se dobla en la tierra, en el Cielo y en las profundidades, que la Sangre de Jesús tienen poder, y que me puedo sumergir en las llagas de Jesús porque por ellas hemos sido salvados.
A la Hermana Nubia gracias por sus iniciativas, su sonrisa nos exhorta, su modo de alabar nos inspira. A la hermana Verónica por limpiar mis lágrimas, haciendo alusión a la Santa que hizo lo mismo con el rostro de Cristo. A la hermana Johanita por su ternura y suavidad… A todas las Hijas del Fiat, porque sé que una las representa a todas, gracias por ser mi familia ese día inolvidable para mi.
También agradezco al Padre Juan Fernando por mencionarme en la Eucaristía, no saben uds cuánto alimentan mi alma sus predicaciones. Gracias por hablar en la homilía de la esperanza y la alegría del Cristiano, virtudes que pido al Señor me conceda la gracia de ejercitarlas porque bastante que las necesito.
Querida familia Hijas del Fiat: ¡Gracias por tanto amor! Hicieron realidad lo que para era un sueño: Conocerlas.