Amo a San José. Comencé a hacer La Treintena. Me despidieron de mi trabajo el 13 de abril del año pasado. Todo era muy extraño. Yo sentía tanta paz en mi corazón mientras mis compañeros estaban desesperados. A veces me preguntaba ¿por qué yo no estoy tan angustiada como ellos? Seguían pasando los días.
El día 28 ofrecí una Eucaristía en acción de gracias por mi trabajo. Ese mismo día en la tarde recibí un correo donde declaraban la nulidad en la terminación de mi contrato. Me reintegraron, me pagaron esos días que no trabajé. De mi área la única persona que continúa soy yo. Cuando preguntan por qué continúo allí, siempre respondo “por la gracia de Dios y de San José”. En este mismo recibí otros dos milagros. Uno mi sanación a través del Baño de luz y haberlas encontrado a ustedes, sus testimonios, mis respuestas a los quebrantos de salud, mi conversión también.
Puedo describir a San José como mi compañero de vida. Él me va guiando en mis decisiones, me calma. No ha permitido que se muera un familiar sin los sacramentos. Le pido una cosita y siempre me da mucho más. Bendito el momento en que lo conocí. Yo lo tengo dormido en mi cama con sus peticiones debajo de la imagen. Todas las personas a quienes les he hablado de él, tienen también testimonios muy grandes. A todos les cumple.