Un cambio admirable

Un muchacho campesino se había ido a la ciudad y allá las malas amistades le hicieron perder la fe y abandonar la religión. Después de bastante tiempo, volvió a su casa un mes de marzo y encontró en la sala un altar bien adornado. Preguntó de qué se trataba y sus hermanas le contaron que la mamá era muy devota de San José y empezaría ese día la novena al gran santo. Él dijo que no creía en esas cosas, pero sus hermanas le aconsejaron que no dijera eso a la mamá porque la haría sufrir mucho.

Aquella noche toda la familia se reunió alrededor del cuadro de San José y la mamá de rodillas entonó la novena al santo. El muchachote asistía de pie con las manos en los bolsillos. A la segunda noche ya respondió algunas oraciones. A la octava noche ya rezó muy conmovido con sus hermanas de rodillas, y el día de la fiesta del santo cuando iban para la Misa, le dijo a la mamá: “Te doy una sorpresa: anoche me confesé y hoy voy a comulgar”. La mamá lloró de alegría y exlcamó: “Oh Josecito bendito, yo bien sabía que tú me convertirías a este hijo mío, porque te lo había encomendado con toda el alma”.

Desde entonces aquel joven siguió practicando fervorosamente su santa religión católica.