1 Digo la verdad en Cristo, no miento, – mi conciencia me lo atestigua en el Espíritu Santo -, 2 siento una gran tristeza y un dolor incesante en el corazón. 3 Pues desearía ser yo mismo anatema, separado de Cristo, por mis hermanos, los de mi raza según la carne, 4 – los israelitas -, de los cuales es la adopción filial, la gloria, las alianzas, la legislación, el culto, las promesas, 5 y los patriarcas; de los cuales también procede Cristo según la carne, el cual está por encima de todas las cosas, Dios bendito por los siglos. Amén.
12 ¡Celebra a Yahveh, Jerusalén, alaba a tu Dios, Sión! 13 Que él ha reforzado los cerrojos de tus puertas, ha bendecido en ti a tus hijos.
14 Pone paz en tu término, te sacia con la flor del trigo. 15 El envía a la tierra su mensaje, a toda prisa corre su palabra.
19 El revela a Jacob su palabra, sus preceptos y sus juicios a Israel: 20 no hizo tal con ninguna nación, ni una sola sus juicios conoció.
1 Y sucedió que, habiendo ido en sábado a casa de uno de los jefes de los fariseos para comer, ellos le estaban observando. 2 Había allí, delante de él, un hombre hidrópico. 3 Entonces preguntó Jesús a los legistas y a los fariseos: «¿Es lícito curar en sábado, o no?» 4 Pero ellos se callaron. Entonces le tomó, le curó, y le despidió. 5 Y a ellos les dijo: «¿A quién de vosotros se le cae un hijo o un buey a un pozo en día de sábado y no lo saca al momento?» 6 Y no pudieron replicar a esto.