1 Así dice Yahveh: Velad por la equidad y practicad la justicia, que mi salvación está para llegar y mi justicia para manifestarse. 2 Dichoso el mortal que tal haga, el hombre que persevere en ello, guardándose de profanar el sábado, guardando su mano de hacer nada malo. 3 Que el extranjero que se adhiera a Yahveh, no diga: «¡De cierto que Yahveh me separará de su pueblo!» No diga el eunuco: «Soy un árbol seco.» 6 En cuanto a los extranjeros adheridos a Yahveh para su ministerio, para amar el nombre de Yahveh, y para ser sus siervos, a todo aquel que guarda el sábado sin profanarle y a los que se mantienen firmes en mi alianza, 7 yo les traeré a mi monte santo y les alegraré en mi Casa de oración. Sus holocaustos y sacrificios serán gratos sobre mi altar. Porque mi Casa será llamada Casa de oración para todos los pueblos. 8 Oráculo del Señor Yahveh que reúne a los dispersos de Israel. A los ya reunidos todavía añadiré otros.
2 ¡Dios nos tenga piedad y nos bendiga, su rostro haga brillar sobre nosotros! 3 Para que se conozcan en la tierra tus caminos, tu salvación entre todas las naciones.
5 Alégrense y exulten las gentes, pues tú juzgas al mundo con justicia, con equidad juzgas a los pueblos, y a las gentes en la tierra gobiernas.
7 La tierra ha dado su cosecha: Dios, nuestro Dios, nos bendice. 8 ¡Dios nos bendiga, y teman ante él todos los confines de la tierra!
33 Vosotros mandasteis enviados donde Juan, y él dio testimonio de la verdad. 34 No es que yo busque testimonio de un hombre, sino que digo esto para que os salvéis. 35 El era la lámpara que arde y alumbra y vosotros quisisteis recrearos una hora con su luz. 36 Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan; porque las obras que el Padre me ha encomendado llevar a cabo, las mismas obras que realizo, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado.