Toda su existencia fue un Sí al Dios Uno y Trino.
Jamás quiso algo diferente de lo que el Señor quería. Su alma inmersa en Dios,
solamente deseaba darle gusto.
Una enamorada no se niega
a la llamada amorosa del Amado.
Nosotras también estamos llamadas a pronunciar nuestro Fiat y a vivirlo con Ella, en Ella y a través de Ella, para que se convierta en redención.